26/11/10

TEMAS DE DINERO EN LA PAREJA

Por Rosalía Beatriz Alvarez *
Una de las historias posibles es: “Durante años dejó que cada pequeño espacio de poder disponible lo ocupara su marido. El se ocupaba de todo. Al principio parecía una comodidad, porque ella no debía preocuparse por nada, pero luego se transformó en una prisión”. Lo cierto es que lo que surge del mundo interno de cada miembro de una pareja es el resultado de una interacción. Por ello, en los temas de dinero, el diálogo, la frecuente comunicación sobre los acuerdos y las diferencias debe ser constante. Sobre lo tuyo, lo mío y lo nuestro. Sobre el manejo del presupuesto. Intentando una y otra vez dejar mentiras y ocultamientos por fuera del vínculo, evitando humillaciones y resentimientos, tan habituales, que por supuesto deterioran la relación. Muchas veces el diálogo se evita por la posible violencia que pueda emerger en la discusión y por el temor que provoca hablarle al otro sobre gastos que son personales.
Cuando el dinero escasea lo que aumenta en la misma proporción es la susceptibilidad; si anteriormente no hubo acuerdos, es muy posible una crisis mayor del vínculo. El que aporta suele sentirse explotado y utilizado; por su parte, el desempleado siente su orgullo afectado, al desaparecer su independencia. Muchos hombres (y mujeres) parecen confundir ganar dinero con la virilidad, rechazando que su mujer trabaje, y más aún que obtenga mayores ingresos. Confunden masculinidad o protección con la economía de la pareja. Son situaciones donde la mujer suele subestimarse y caer en total dependencia, no sólo económica. Es importante que ambos eviten sentirse vulnerados y que se hagan cargo en forma equitativa.
La discusión acerca de los gastos suele tener relación con la idea de que uno de los dos es más generoso que el otro. Acá puede montarse la lucha por el poder. Conviene una mayor flexibilidad y la responsabilidad en el manejo de lo económico es de los dos. La desigualdad puede ser atemperada en el orden de lo privado; del mismo modo, la posibilidad de que la mujer obtenga mayores ingresos no tendría por qué suponer mayor poder de ella en el vínculo. Cada miembro de una pareja deposita en el otro un ideal, más o menos consciente e inconsciente: en lo manifiesto se traduce en modos de ser, rasgos, físicos, cumplimiento de ciertas expectativas, identidades en los modos de pensar o disentir; en su trama profunda, refleja los deseos, especialmente inconscientes, sobre el juego de lo masculino y de lo femenino.
Esto se combina, en forma directa o inversa, con lo vivido en cuanto el rol asumido por los padres en esa misma temática, así como las características de actividad o pasividad. Siendo la pareja una estructura vincular en la cual convergen modelos de dos, individuales y socioculturales, en permanente interacción, es fácil que entre en crisis, poniendo a prueba el equilibrio del vínculo.
En las crisis, los cónyuges se exigen mutuamente comportarse como objeto único amparador. Ya que cada ser humano mantiene la esperanza de encontrar a aquel objeto único de la infancia, obviamente ilusorio, que le provea amparo absoluto: “El uno para el otro”. Son modalidades infantiles de interacción. En las formas más adultas hay reciprocidad, discriminación y reconocimiento de límites entre yo y el otro.
El tema del poder en la pareja parece ser una bisagra entre el dinero y el sexo. Parece que el dinero fuera un tema de poder en el hombre y el sexo lo fuera en la mujer. El traer más dinero que el otro no da derecho a anular la autonomía de la pareja, aunque lo usual es la intención de armar una relación asimétrica, desde el comienzo, lo cual incluye la idea de poder, de ser el que domina la situación. El temor parece ser que, en la simetría, la relación con ese otro nos pueda modificar. Sea de uno u otro sexo el que detenta el dinero –aunque lo más frecuente es que se halle en posesión del hombre–, el otro pierde su condición de sujeto, pasa a ser un simple objeto. Una discusión latente en las parejas es: qué es mío y qué es tuyo. A la larga, concluimos que justamente es la diferencia lo que genera el enriquecimiento te una pareja.
Alan Badiou, filósofo contemporáneo, dice que el amor es el pensamiento de la diferencia.
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

“No puedo más” JOVENES EN CONFLICTO CON LA LEY PENAL


Por Andrea Homene *
Con muchos jóvenes de los que recibimos en la Defensoría podemos sostener la apuesta. Llegan a nosotros como consecuencia de conflictos con la ley penal, y en el primer encuentro se muestran desconfiados (¿por qué habrían de confiar, después de todo?), reticentes y agresivos. Como queriendo delimitar territorio por medio de la intimidación, del mismo modo que se “paran de manos” en las esquinas frente a cualquier falta de respeto a liderazgos ganados a fuerza de trompadas.
Uno de ellos, en su primer acercamiento, montó una escena en la que protestaba enérgicamente “porque lo habíamos citado y lo molestábamos”, mientras que él “tenía que ir a vender en la calle”. Pero nadie lo había citado. Era tanto su enojo que decidí hacerlo pasar y simplemente le pregunté qué le pasaba. Rompió en llanto. “No puedo más”, dijo, y con un torrente interminable de palabras me contó que, que con 16 años, debía mantener su casa, que él era un chico, que tenía una hermanita menor a quien cuidar y alimentar, que se sentía solo, angustiado, desesperado, sin ayuda de nadie y sin saber cómo seguir.
Quizás era la primera vez que él podía decirle a alguien: “No puedo más”. Y, confesó, jamás lloraba delante de su familia o de sus amigos. Lloraba solo, cuando nadie lo veía.
A partir de su demanda pusimos en funcionamiento la red de instituciones ligadas al trabajo con jóvenes en conflicto con la ley penal. Junto con el Centro de Referencia, se articularon algunas acciones tendientes a gestionar documentación, becas o cualquier otro recurso que estuviera disponible. Desde ese primer encuentro, el joven comenzó a concurrir espontáneamente. Se quedaba durante horas, estando en nuestras oficinas, y después salía a trabajar. Digo “estando”, porque más allá de que en nuestros encuentros circulaban palabras, creo que lo fundamental para él era, y sigue siendo, estar: ocupar un espacio desde donde poder partir y al que poder volver toda vez que lo decida.
Retomó sus estudios, y orgulloso de su capacidad, nos trae las evaluaciones, entre las que destaca su “10 en matemáticas”. El contexto económico del joven no se ha modificado sustancialmente. Se logró que su madre contribuya trabajando desde su casa, y esto ha sido muy importante, no sólo en cuanto al aporte en dinero, sino para que el muchacho pueda correrse del lugar de garante y recuperar algo de su adolescencia.
No ha vuelto a delinquir y planea finalizar sus estudios para poder tener un buen empleo. Ya no se expone a riesgos, y ha podido desasirse de su identificación que lo cristalizaba en la imagen de un joven sin futuro, de la calle, a quien llevan preso por portación de rostro. Hoy, le gusta reconocerse como uno de los que pudieron sobreponerse a las dificultades, y aporta opiniones para que sean presentadas en congresos sobre la problemática de los menores en conflictos con la ley. Hace circular su palabra, y se emociona al advertir los efectos que produce.
Trabajar con menores en conflicto con la ley implica estar dispuesto a sostener la apuesta a la recuperación de los jóvenes, más allá de frustraciones, impotencia y a veces mucha tristeza. Implica rescatar y respetar la singularidad de cada chico, rompiendo con la idea de una “problemática de los jóvenes”. Implica recordar que cada caso es único, que no es efectivo repetir fórmulas de abordaje, que lo que puede ser eficaz en un caso puede ser totalmente inútil en otro. Implica sobreponerse a la presión mediática que identifica a los jóvenes como los responsables de los males que aquejan a la sociedad; que exige su exclusión y castigo, olvidando, no casualmente, la parte de responsabilidad que le compete. Finalmente, implica tener ganas de hacerlo, y tratar de intervenir de modo tal que estos chicos y chicas tengan una otra oportunidad.
Pero a veces llegamos tarde. Fue el caso de un pibe que llegó impaciente. No soportaba los minutos de espera que lo separaban del final de la entrevista que aún no había comenzado. Intempestivo, inquieto, sin entender por qué ni para qué debía hablar con alguien a quien no conocía y en quien no confiaba. El riesgo de que se fuera me hizo postergar otras tareas para hacerle lugar a su agitación, su enojo, su rechazo y su oposición a participar de la evaluación.
Sin embargo, al rato, el pibe no se quería ir. Contaba detalles de su vida con una desafectivización característica de quien ha sufrido tanto que ya ni siente. Sus historias tenían un denominador común: él resultaba herido. Es curioso cómo funcionan las cosas: padres abusadores, madres que abandonan, chicos presos..., adultos que proveen a los chicos de armas, adultos que les venden drogas, chicos presos. El era uno de esos chicos. Tenía por delante, en pocos días, un juicio en el que probablemente recibiera una dura condena. Ni siquiera pensaba en darse a la fuga. Se entregaba casi mansamente a un destino que parecía inexorable.
Al final de sus historias, siempre resultaba herido. Y nosotros llegamos tarde, no pudimos cuidarlo. De sí mismo. De su búsqueda incesante de esa marca en el cuerpo que apaciguara su dolor disimulado bajo la máscara de la omnipotencia infantil. Tan tarde llegamos que las palabras, las nuestras, las de él, eran sólo un ruido molesto que sólo le generaba un gesto de disgusto. Tan tarde llegamos que su madre sólo esperaba el día en el que “se lo trajeran en una bolsa”. Tan tarde, que él no pudo hacer otra cosa que cumplir el designio que su historia le tenía reservado.
* Psicoanalista. Instructora de residentes de la Región Sanitaria XII. Perito psicóloga de la Defensoría General de Morón.

19/11/10

Carancho | trailer Cannes 2010 UN CERTAIN REGARD Pablo Trapero

La magia del mundo animal

Feliz fin de semana largo!!!

El dormitorio de Van Gogh en Arles

EL TRATAMIENTO INTEGRAL DE LA MATERNIDAD

Frente al hecho mismo de la maternidad nos encontramos en estos últimos tiempos con la posibilidad de contar no solo con la atención médico obstétrica, como especialidad altamente avanzada, sino que además existe en el mejor de los casos un espacio de psicoprofilaxis que podríamos decir piensa y prepara a la futura mamá y al papá de aquel niño o niña que esta por venir.
 Como trabajadores de la salud al pensar este modo de prevención que es tan importante para el futuro desarrollo de los acontecimientos, sería esperable que tuviéramos presente que en la actualidad una mujer enfrenta situaciones cotidianas en medio de múltiples exigencias, y que quizás confundida por las normas de sus padres que no le sirven para su vida actual y/o sensibilizada por teorías que se contraponen a sus posibilidades reales, llega igual a la maternidad llena de contradicciones y temores.
No caben dudas de que ser madre es una experiencia hermosa y plena para una mujer, pero no todas lo viven de la misma manera, para muchas representa una situación angustiante de la que prefieren escapar anestesiándose, para otras es una situación culpógena de la que logran aliviarse haciéndose perforar el vientre para sacar el hijo de sí. Y aunque esto último suene algo generalizado, son ejemplos que no evaden el hecho de que cada caso es subjetivo y particular pero aún así podemos decir que no todas las mujeres están en condiciones de disfrutar del placer de ser madres.
Tener un hijo implica no solo buscarlo por el falso instinto maternal o porque es lindo tener niños, sino porque además después de parirlo habremos de asumir la responsabilidad integral de amarlo, criarlo, alimentarlo, educarlo y emergerlo en el contexto social de la vida con nosotros mismos.
Cuando una mujer se embaraza, no es solo ella la que espera el hijo que gesta dentro de su vientre, hay un hombre, futuro padre implicado de muchas maneras y hay una familia que espera un nuevo miembro. El hijo que se espera es también el sobrino que se desea, el nieto que se anhela, el hermanito con quien se sueña o se rechaza.
Por todo esto y vaya a saber cuanto avatar más, podríamos empezar a pensar que el éxito de un cuidado maternal completo debe ser valorado no sólo en términos de salvación de vidas y mejoramiento de índices de salud de madres y niños, sino también por la reducción de temores, dificultades o aflicciones de quienes asumen la maternidad.
El embarazo constituye un fenómeno normal de la vida del ser humano pero cobra diferentes significados según quien este en cuestión, por eso se presenta de manera distinta en cada mujer y en cada uno de los partos. Si tenemos en cuenta el punto de vista biológico, todas las mujeres están igualmente dotadas para gestar y parir, entonces ¿a que se deben las diferencias individuales, tan sutiles a veces?
Un ejemplo de las diferencias puede ser observable en relación a los síntomas durante el embarazo, estos pueden ser de carácter físico o psicológico y a través de ellos se puede pesquisar el significado del hijo para esa mujer y también para ese hombre cosa que generalmente se suele excluir. Desde la medicina esto puede ser una señal mediante la cual la mujer y/o la pareja, nos indican su necesidad de ayuda, comprensión, entendimiento, en ese momento que atraviesan.
Las mujeres experimentamos la maternidad como un cambio en todas la áreas, corporales, sociales, psicológicas, lo mismo le sucede salvo en lo corporal al padre, pero como somos producto de una cultura occidental básicamente disociativa llevamos nuestros malestares físicos al médico y las angustias al psicólogo, en el mejor de los casos.
Por lo tanto nos enmarcamos en la psicoprofilaxis obstétrica, como se suele conocer a éste espacio, el que implica tal como lo indica su nombre tareas preventivas de la psicología que permitan expresar libremente a la mujer y a su pareja, los síntomas del embarazo y lo que les acontece con el hijo y por el hijo, no provocando sentimientos de culpa y entendiendo que los mismos son parte de éste proceso y no indicios de patología.
La maternidad como acontecimiento natural, pero como toda experiencia humana, está establecida y regulada dentro de un conjunto de procedimientos, reglas y estipulaciones que irán variando y modificándose de acuerdo al tiempo y lugar donde se desarrollen.  Las mismas tendrán efectos y consecuencias en todos y cada uno de los participantes de dicha experiencia, ésta afectará a la madre y a su bebé, pero también al padre y a los otros integrantes de ese conjunto que podemos denominar familia.
La idealización clásica de la maternidad va de la mano de su ausencia de valoración simbólica esto se traduce en un borramiento del ser mujer en aras del ser madre.
¿Para qué tener hijos? La satisfacción derivada de la crianza, que comporta la labor de acompañamiento está silenciada, esta labor se plantea únicamente en términos de sacrificio, uno de los arquetipos de la maternidad idealizada que sitúa a las madres en el sólo dar.
¿Qué hacer frente a estas situaciones cada vez más comunes?, cómo recuperar las riendas de la propia existencia –que implica el ejercicio de  maternidad –sin sentirse conducida, sino conduciendo.
Hay que tratar de conquistar el espacio propio que puede traducirse en espacios físicos, reales y simbólicos que toda mujer precisa para contactarse con su identidad femenina particular.
En salud comunitaria si reunimos a un grupo de mujeres y les proponemos hablar de algún tema maternal se puede comprobar, todo el conocimiento con el que cuentan, además todo lo compartido, cuando estamos dispuestos a escuchar, se traduce en una verdadera participación comunitaria que se hace sentir como una realidad generadora de efectos.
En cuanto a la labor del psicólogo y de cualquier profesional implicado en la tarea de la maternidad debe estar orientada y destinada a permitirle a la futura mamá a ser aceptada y que pueda mostrarse tal cual es y tal cual es para ella la maternidad. La prevención tiene que ver entonces con comprender su manera particular de estar embarazada.
Dentro del análisis de los temas referentes a la maternidad resulta de gran importancia también poder encarar la situación psicológica y social que vive el hombre frente al embarazo y el parto de su pareja, y frente a su propia paternidad. Él padece de una serie de ansiedades que son de público conocimiento pero aún hoy muchas veces excluidas en relación a los asuntos de la maternidad. Por tanto se hace necesario incluirlo en el devenir de los acontecimientos en el desempeño de su rol junto a su compañera y sus implicancias respecto de la llegada del que también es su futuro hijo. Hoy estamos hablando de un padre que no será solo el ansioso esperando fuera de la sala de partos, sino que estamos en su mayoría en presencia un hombre afectivo que ayuda efectivamente a pujar a su mujer, que puede presenciar una cesárea, que recibirá a su hijo. Consciente de su paternidad biológica y sociológica.
Y por último porque llamar a éste espacio “curso de preparación integral para los futuros padres”, en él se incluye también encuentros con toda la familia de los mismos. Dicha modalidad implica conocer el campo de influencias respecto del nuevo ser que esta por llegar, ya que al escuchar las opiniones que dan respecto a las pautas de crianza, enriquecen y crean una vía de afectividad invalorable y además ayuda a la embarazada a reconocer la importante ayuda que la familia aporta y que visualice cuando puede presentarse alguna dificultad en éste aspecto, lo que hace también a la prevención de futuras situaciones.
Por ejemplo aunque hagamos una buena preparación integral de la pareja, puede suceder que algún miembro de la familia, como ser una abuela se convierta en un factor negativo del puerperio, perjudicando el lábil proceso del vínculo madre-hijo. Por eso la importancia de incluir a futuros abuelos sobre todo ya que la maternidad se ve complicada muchas veces por una red de determinaciones que se ven implicadas con la llegada de un nuevo miembro en la realidad de una nueva estructura familiar en formación. Son los problemas vinculares los que salen a la luz y sobre todo entre generaciones donde los abuelos del futuro niño o niña tiendan a querer implantar sus propias normas de crianza, abrumándolos con teorías, desvalorizándolos, etc.
                                                                                        Maternidad. Mito y realidad
                                                                                              (fragmentos)
                                                                                              Mirta Videla




Instantes

Si pudiera vivir nuevamente mi vida en la próxima trataría de cometer más errores no intentaría  ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. sería menos higiénico
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares a donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida;  claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben,  de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres, y jugaría con más niños, si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
Atribuida a Jorge Luis Borges


Sigamos Activos para Envejecer Bien


El envejecimiento es una de las pocas características que nos unifican y definen a todos en nuestro mundo pleno de diversidad y tan cambiante. Todos estamos envejeciendo. Tengamos 25 o 65 años de edad, 10 o 110, también estamos envejeciendo y esto significa que estamos vivos.
Uno de los principales logros de todos los tiempos es el aumento en la expectativa de vida del ser humano conseguida en el curso de estos últimos 100 años. En el siglo XX, la expectativa media de vida en los países desarrollados ha aumentado de unos 47 años a más de 75 años. El promedio de edad de la población en los países desarrollados aumenta a un ritmo sin precedentes y esta tendencia se observa en la mayoría de los países en desarrollo, a pesar de haber comenzado más tarde.
Ya en el siglo XXI, la tendencia mundial a la disminución de la fecundidad y a la prolongación de la esperanza de vida ha dado al fenómeno del envejecimiento de la población una enorme importancia. El envejecimiento de la población ha sido  asociado habitualmente con los países más industrializados de Europa y América del Norte, donde una quinta parte o más de la población tiene 60 años o más. Pero, no se ha tomado en cuenta que el envejecimiento de la población es un fenómeno que ha ocurrido y está ocurriendo también en países menos industrializados. En Uruguay, por ejemplo, el porcentaje de adultos mayores es más grande que en Canadá y Estados Unidos. Fuera de Europa y de América del Norte, el Caribe es la región de “mayor edad” del mundo: 10% de la población total de esa región tiene 60 años o más.
El envejecimiento de las poblaciones en los países de la Región no seguirá un curso único u homogéneo. Habrá sustancial heterogeneidad al interior de los países y entre países en los niveles y patrones del proceso de envejecimiento.
En la mayoría de los países, la principal preocupación ha sido reducir las tasas de fecundidad y de mortalidad infantil y crear oportunidades de educación y empleo para una cantidad creciente de jóvenes.  Casi todos los países de Latinoamérica están en una etapa intermedia de transición demográfica. Sin embargo, como consecuencia de éxito logrado en estos campos, se enfrentan ahora con nuevas situaciones derivadas de los rápidas cambios en la estructura de la población según la edad. Para esos países, la inversión en salud en adolescentes y niños constituye una importante prioridad para la salud pública. Nos enfrentamos a asuntos tales como el tipo y el suministro de servicios de seguridad social, el costo de la atención médica y el nivel apropiado de inversión en educación que se relaciona directamente con cambios en las características demográficas y sanitarias. En tanto, las necesidades de salud de los adultos mayores y el desarrollo de infraestructuras para una sociedad que envejece reciben solo ocasionalmente la atención necesaria.
Se reconocen dos tipos de envejecimiento: el biológico que se refiere a los cambios que tienen lugar en el organismo y que son característicos de las personas de edad avanzada y el envejecimiento que algunos autores denominan “sociogénico”, que se refiere al papel que impone la sociedad a las personas que envejecen. En este último están involucrados todos los prejuicios y mitos que la sociedad manifiesta con relación a los ancianos. Ambos tipos de envejecimiento son responsables de los problemas que aquejan a las personas de edad avanzada. Es poco lo que se puede hacer por el envejecimiento biológico, es posible realizar mucho contra el envejecimiento sociogénico.
El proceso de envejecimiento tiene una repercusión considerable en varias características que influyen en el funcionamiento normal de las sociedades y el bienestar relativo no sólo de los adultos mayores sino también de las generaciones más jóvenes. Entre las más importantes figuran los sistemas de pensión y jubilación, las transferencias intergeneracionales dentro de las familias y la situación sanitaria y condiciones de salud de los adultos mayores. Desde luego, la importancia relativa de cada uno de estos aspectos varía y depende de las peculiaridades demográficas, las políticas y prioridades de los países. Pero, como la experiencia en Europa, Estados Unidos y Canadá lo demuestra claramente, ninguno de ellos tiene probabilidades de ser tan importante e influyente como el estado de salud y las condiciones sanitarias de los adultos mayores.
Entre los factores indicativos de que el crecimiento de la población de adultos mayores va a conducir a una demanda de asistencia y servicios sanitarios están los siguientes: el deterioro gradual de las condiciones de salud física y mental que acompañan el proceso de envejecimiento, la reducción resultante de los años previstos de esperanza de vida activa y saludable, la reducción o el cese completo de la participación en el mercado laboral y la mayor dependencia de las transferencias de ingresos de diversas fuentes públicas y privadas. Puesto que las enfermedades más sobresalientes de los adultos mayores son crónicas en vez de agudas, y progresivas en vez de regresivas, esta demanda también podría acarrear un fuerte aumento de los costos de la asistencia sanitaria. Como lo demuestra el caso de los Estados Unidos, España y la mayoría de los países de Europa occidental, estos costos pueden adquirir magnitudes asombrosas. Y, como lo demuestra la experiencia de los países de Europa oriental, la incapacidad de afrontar estos problemas conduce al rápido deterioro del estado de salud de los adultos mayores y a la pérdida alarmante de años de la esperanza de vida.
La situación de salud relacionada con el crecimiento de la población de adultos mayores también incluye aspectos importantes de equidad. Haremos mención a tres aspectos: diferencias entre clases socioeconómicas, diferencias de género, diferencias entre cohortes.
Encontramos diferencias entre las clases socioeconómicas, ya que los miembros de diferentes grupos socioeconómicos tienen características de salud notablemente diferentes. Asimismo, la capacidad de acceso a la asistencia sanitaria integral y de alta calidad, y su uso, varía considerablemente según los estratos socioeconómicos. El envejecimiento es parte inevitable de la vida y el estado de salud en esta época de la vida tiene estrecha relación con factores tales como saneamiento, nutrición adecuada, vivienda confortable, nivel de ingreso y nivel de educación. Se ha demostrado que las personas pobres y marginadas manifiestan mayores tasas de discapacidad y de enfermedades agudas y crónicas a lo largo de sus vidas y en la vejez. Muchos cambios que actualmente se cree son producidos por la edad pueden responder a una multiplicidad de factores, sobre los que se podría actuar. El proceso de envejecimiento en estas sociedades, si no se aborda integralmente, generará mayor desigualdad de la calidad de vida y del bienestar de los miembros de diferentes grupos en nuestras sociedades.
Habrá que afrontar diferencias de género, ya que los hombres y mujeres registran tendencias de mortalidad y sufren problemas de salud notablemente distintos. Además, puesto que entre las mujeres ha habido niveles inferiores de participación en la fuerza laboral, su acceso a la asistencia y a los servicios sanitarios cuando envejecen es considerablemente diferente al de los hombres. Es probable que ello genere un marcado deterioro del bienestar de las mujeres en edad muy avanzada, cuando la mayoría de ellas sean viudas.
El otro aspecto importante es que, el crecimiento de la población de adultos mayores va acompañado de notables diferencias entre cohortes. Ello ocurre por dos razones. En primer lugar, los miembros de diferentes cohortes estuvieron expuestos a tendencias muy diferentes de enfermedades, comportamientos y asistencia sanitaria cuando eran jóvenes. Esto ocurre porque, como bien se sabe, las enfermedades, las conductas y la asistencia sanitaria pasadas influyen en el estado de salud posterior de las personas.  Segundo, en la medida en que el carácter de la participación en la fuerza laboral y la educación de los miembros de una cohorte influyen en su capacidad de exigir y recibir, las cohortes más jóvenes y las de más edad experimentan diferencias importantes en cuanto a su acceso a los recursos en general y a la asistencia médica y sanitaria en particular.
Para comprender el carácter y la magnitud del problema de salud y su relación con la equidad, es necesario evaluar el estado de salud de los que son adultos mayores ahora y, también muy importante, de los que serán adultos mayores en un futuro próximo.
El proceso de envejecimiento debe analizarse no sólo a través de los cambios en el estado de salud de los ancianos, sino también en su contexto sociocultural, ya que ello influye de manera importante en su calidad de vida. La calidad de vida de cualquier grupo poblacional está determinada tanto por las políticas sociales y educativas que se pongan en efecto. Políticas que reducen tanto las desigualdades sociales como la pobreza son esenciales para complementar los esfuerzos individuales en pro de un envejecimiento activo.
En nuestras sociedades, frente al envejecimiento tenemos prejuicios, como caracterizar  a las personas ancianas como pasivas, crónicamente enfermas, sin deseos sexuales o con necesidad de atención y de cuidados constantes; estigmatizando a los ancianos y condenándolos a la marginalidad social. Hoy en día se acepta que la mayoría de las personas no manifiesta alteraciones que influyen marcadamente en su funcionamiento físico, intelectual o social hasta que pasan los 80 años. A pesar de que al aumentar la edad los procesos motores, cognoscitivos  y sensoriales se hacen más lentos, la motivación y la práctica permiten superar esas desventajas y hacen que las personas de edad se desempeñen con eficiencia.
Las personas en edad avanzada mantienen sus capacidades de desarrollo, el adulto mayor saludable y activo es un recurso para la familia y la  sociedad. La vejez es cada vez menos sinónimo de dependencia; a pesar de que el riesgo de enfermedad crónica y de discapacidad se incrementa con la edad, solamente uno de cada cinco personas en la edad de 65 años o más presenta alguna discapacidad funcional crónica y muchas personas en condiciones crónicas y con limitaciones funcionales mantienen otras capacidades significativas.
Sobre el mito “Loro viejo no aprende a hablar”. Los niños y los adultos aprenden de manera diferente. Los niños usualmente lo hacen por repetición y los adultos por interés. Es cuestión de oportunidades a través de la vida y el viejo aprende, solo lo que quiere.
Todos los adultos mayores se parecen. En realidad dependiendo como hayamos vivido vamos a ser cuando seamos viejos, la personalidad se acentúa con la vejez. Por el hecho de ser viejo no se cambia. Si cuando jóvenes fuimos tristes, pesimistas seremos viejos deprimidos; si fuimos envidiosos, autoritarios, que cuando cambiamos de empleo todos celebraron, no se nos haga raro terminar en un asilo, con la familia feliz en casa por deshacerse de nosotros. Como también cuántos que han vivido llenos de felicidad, han amado y se han dejado amar, culminen sus días de la misma manera.
Vejez, es sinónimo de enfermedad. De acuerdo a estudios realizados en Caldas, el 70% de los mayores de 60 años “están bien”, tienen enfermedades como HTA o artritis, realizando todas las actividades diarias sin problema. El otro 20-25% tiene problemas como dificultad para salir de casa,  lavar, planchar y realizar actividades que requieran esfuerzo físico. Sólo el 5-10% tiene necesidad que le ayuden a comer, bañarse o vestirse. Generalmente tenemos como referente los adultos mayores que viven en los geriatricos y que están en los hospitales, por eso creemos que todos son enfermos.
La sexualidad es cosa de la juventud. (A este mito todos protestaron). Los adultos mayores ven la sexualidad como algo muy normal pero no lo manifiestan abiertamente en las encuestas por temor a la censura. Después de los 60 años existen deseos y fantasías, cambia el concepto de sexualidad en esta época de la vida, se asocia al contacto y a la compañía. Nuestra sociedad nos hizo creer que la sexualidad es genitalidad, pero no abrazos, compañía, caricias. La sexualidad sigue tan viva como antes. Según José Fernando “se ha descubierto que la sexualidad muere un día después que lo entierren a uno”.
 La salud es vital para mantener el bienestar y la calidad de la vida en la tercera edad. La salud es esencial para que los ciudadanos de edad sigan haciendo una contribución activa y positiva a sus respectivas sociedades. El mantenimiento de la salud y de la calidad de vida durante la totalidad del ciclo vital contribuirá mucho a promover una comunidad intergeneracional armónica y una economía dinámica.
El gran desafío que se presenta a los planificadores actuales y futuros es cómo beneficiarse de la experiencia, vitalidad e interés de los ancianos en aras del bien social y cómo transformar una cultura social basada en el trabajo, de forma que permita el uso y la transferencia de experiencias y conocimientos de los ancianos a las generaciones  más jóvenes.
Un aspecto importante por considerar, es que la edad cronológica  no debe ser el único elemento predictivo de la capacidad laboral de los ancianos, que necesitan sentir que sus vidas tienen significado y que mediante su trabajo están contribuyendo no sólo a su bienestar, sino al desarrollo social, que es responsabilidad de todos aquellos con capacidad de producir.
Desarrollar una cultura donde el envejecimiento y la vejez sean considerados como símbolo de experiencia, sabiduría y respeto, para eliminar la discriminación y la segregación por motivos de edad y contribuir al fortalecimiento de la solidaridad y al apoyo mutuo entre generaciones, constituye también un reto en nuestra sociedad.
Las consecuencias que los cambios demográficos impondrán a la atención de los ancianos, especialmente en los países con recursos económicos más limitados, son enormes, e involucrarán, además dilemas de tipo social, económico, médico y ético que no pueden ser ignorados. El actual paradigma de la vejez como una etapa “dependiente” de la vida y nuestras correspondientes políticas de asistencia social no coinciden con las realidades actuales ni con los probables escenarios del siglo XXI.
 Resulta oportuno considerar nuevas definiciones de la “vejez”, el trabajo, el retiro, la educación y el tiempo libre, incluyendo reconsiderar nuevas maneras de involucrarse en las actividades principales de la vida. Es hora de abogar por un cambio de paradigma con el énfasis en un “Envejecimiento Activo”.
Pero entonces, ¿Qué es una Vejez Activa? El envejecimiento activo consiste en llevar, a medida que uno envejece, una vida productiva y sana en la familia, la sociedad y la economía.  La vejez activa refleja el deseo y la capacidad de la persona de edad para mantenerse involucrada en actividades productivas. Los estereotipos de las personas de edad como improductivos y dependientes son injustos y van en detrimento de la vitalidad de la sociedad, así como de la dignidad de los individuos.
La vejez activa significa que la persona de edad mantiene actividad mental, actividad física, actividad social. Un envejecimiento activo es decisivo para que las personas de edad sigan contribuyendo a la sociedad considerando todas estas dimensiones.
El estudio ya mencionado realizado por la Fundación Mac Arthur ha probado que la actividad promueve actitudes positivas frente a la vida y que contribuye, más que la medicina, a la prevención de enfermedades y discapacidades en la vejez.
La vejez activa significa algo más que simplemente alentar la actividad económica de las personas de edad. La vejez activa promueve la actividad social y política. Una sociedad que reconozca el valor de la contribución de las personas de edad a la sociedad y no presentarlos solamente en los términos de la carga financiera que éstos puedan representar para las generaciones más jóvenes, es posible lograr, si promovemos mayor conocimiento de la comunidad acerca de cómo vivir los últimos años de la vida, saludables y placenteros.
La vejez activa es, por lo tanto, vejez saludable que permita el compromiso continuo con la vida y permite que sigamos contribuyendo al bienestar personal, al bienestar de la familia y al bienestar de nuestras comunidades.




 

 

13/11/10

Antonio Berni. DESOCUPADOS. 1934

FELIZ FIN DE SEMANA!!

Cómo detectar estos casos. ABUSO SEXUAL INFANTIL



Cuando una niña o un niño sufren abuso sexual, su vida cambia, y el efecto aniquilador se traduce de muchas maneras. Los profesionales y familiares atentos pueden observar una serie de indicadores que cuando confluyen, dan la señal de alerta. "Los indicadores son el cambio en la conducta del niño o la niña, el llanto fácil sin motivo, o cuando las niñas son muy sumisas y silenciosas, como si estuvieran en otro mundo", describió Claudia Mauri, de la ONG Casa de la Mujer, cuáles son los signos a los que se debe prestar atención.
"A estas niñas tan calladas, cuando se les pregunta de frente alguna cosa, no sólo frente a la clase sino también en forma privada, no pueden hablar, les cuesta mucho expresarse. Ante las expresiones corporales de afecto, como tocar el hombro, se retiran porque sienten temor al contacto físico, también pueden verse cambios en la conducta alimentaria. En este punto la maestra no lo ve tanto, pero muchas veces la anorexia tiene su base en el abuso sexual. También puede darse en niños muy agresivos. La agresividad excesiva también demuestra que también demuestran que está sufriendo algún tipo de abuso, que no sea sexual", puntualizó la docente especializada en esta problemática.
Mauri también indicó que los intentos de suicidio y fugas de hogar también pueden tener origen en casos de abuso. "En los nenes más pequeños, se podría llegar a ver algo en los dibujos, pero siempre hay que tener en cuenta las especificidades de cada situación", agregó. Contó sobre dos niños abusados, de los cuales uno concurría al jardín de infantes, y dibujaba dos manos con contorno negro, que tenían uñas rojas, afiladas, como garras. "Otros indicadores pueden ser el dolor de panza, los genitales, ropa interior rota o manchada con sangre, infecciones urinarias a repetición".
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Pensar la función política. SOBRE LA DISTANCIA INTRANSITABLE ENTRE CIENCIA Y PSICOANALISIS

Una ciencia no exige nada del sujeto: no reclama transformación en él ni propone otra cosa que algún logro cognitivo.
 Por Andrés Cappelletti*
El cientificismo puede definirse como el conjunto de ideas y de creencias que indican que la única forma de obtener conocimiento verdadero, o fiable, o verosímil, es la que nos ofrece el conocimiento científico. Este tipo de conocimiento, fundado en la experiencia o en la razón, constituiría el camino apropiado que la evolución del pensamiento humano habría encontrado después de largos y equivocados siglos de cosmovisiones metafísicas o religiosas para que al fin podamos acceder al entendimiento verdadero acerca de cómo es el mundo. El cientificismo, además, tiende inexorablemente a asociar a la ciencia con la vieja idea iluminista de progreso, idea que en un sentido general implica un crecimiento de las capacidades técnicas e intelectuales de las que dispondríamos para hacer mejor y más larga la vida humana en nuestro planeta.
La idea de un progreso vinculado al dominio del mundo de la naturaleza y a la creación de máquinas que sustituirían la acción humana en la producción y luego en todo tipo de labores, fue común al pensamiento político tanto en las vertientes revolucionarias como en el ideario de los sectores conservadores. La ciencia ficción de los primeros años del siglo XX ilustra profusamente esta perspectiva: un mundo poblado por máquinas que liberan al hombre de la necesidad de trabajar la más penosa de sus obligaciones , y que le permiten desarrollar capacidades artísticas o intelectuales inimaginables unos decenios atrás.
En el campo de la Psicología, son conocidos y numerosos los intentos por establecer la cientificidad de una actividad que históricamente estuvo asociada a la Filosofía. Para "elevar" las investigaciones psicológicas al carácter de indagaciones científicas los recursos que se han usado y que aún se usan son más o menos los mismos: la recurrencia a la fisiología, a la neurología, o en cualquier caso a una biología del sistema nervioso central que sería al mismo tiempo el fundamento empírico y la explicación de lo que ocurre en la vida psíquica.
Paradójicamente, Freud se obstina en definir al Psicoanálisis como una parte de las Ciencias Naturales, las únicas existentes para él. Pero ¿es posible afirmar, en la misma dirección que su fundador, la inclinación naturalista del psicoanálisis y su pertenencia por derecho a la Ciencia? ¿Podría inscribirse el psicoanálisis en la misma tradición que inauguran Galileo y Newton? Hay que indicar que Freud creía en esta Ciencia tanto como le era posible, y que si alguna vez dejaba ver en ello algún malestar se habrá debido a que para él el Psicoanálisis no era todavía completamente científico en el sentido de las ciencias positivas. Y aunque no cesa de reclamar una explicación específicamente psicológica para los procesos psíquicos, es recién en el año de su muerte cuando puede afirmar que la ubicación anatómica de tales procesos, en el caso de producirse, no contribuiría en nada a la comprensión de los mismos. De esta manera reconoce la imposibilidad de una reducción del psicoanálisis a la biología o a la fisiología, reducción que en el mismo acto sellaría la defunción del psicoanálisis como tal. Son muchas las razones que hacen que la distancia entre Ciencia y psicoanálisis sea efectivamente intransitable, y también las que pueden ofrecerse para decir que ambas entidades son ontológicamente diversas. El hecho de la insistencia de Freud en conciliar el psicoanálisis con la Ciencia nos conduce a pensar -tal como afirma Castoriadis en esas frecuentes paradojas de la historia que señalan que no resulta exactamente lo mismo el descubrir algo verdadero y el reconocerlo como tal.
Demos por nuestra parte una sola razón para deshacer, tal vez para siempre, ese posible vínculo. Una ciencia, cualquiera sea, no exige nada del sujeto: no reclama ninguna transformación en él ni tampoco le indica que al final del camino obtendrá otra cosa que algún logro cognitivo o técnico sobre algo que no es él mismo. El psicoanálisis, en cambio, es sólo una "forma del saber", cuya difícil inscripción en algún campo más general de saberes resulta difícil, y tan difícil que después de más de cien años de buscar algún domicilio fijo, el psicoanálisis ha conseguido no saber ni dónde está ni qué es exactamente. Puede ser que esa atopía, esa falta de una ubicación precisa en la episteme contemporánea, no sea el resultado de una contrariedad azarosa, sino un efecto estratégico que impediría, nada menos, pensar la función política del psicoanálisis. Tal vez señalar su radical distancia con la Ciencia -y con la ideología cientificista en la que la Ciencia apoya su valor impar en nuestra cultura sea una contribución para que el psicoanálisis se de a sí mismo, al fin, una política.
*Docente Psicología UNR.

Diabólicas gorduras. LA IDENTIDAD DEL OBESO

El autor señala la presencia de “un contexto social que naturaliza las condiciones de la obesidad”, convirtiéndolas en una constelación que define la identidad del sujeto: así las cosas, esas condiciones se establecen como hábitos y “en torno del ‘abrir y cerrar la boca’, lo diabólico se instala en lo trivial”.
 Por Rubén Zukerfeld *
“Afirmo que quien pretenda componer acertadamente un escrito sobre dieta humana debe, antes que nada, reconocer y discernir la naturaleza del hombre en general.”
Hipócrates,
Sobre Dieta, 400 aC.
“¿Cómo está Don Inodoro?
“Mal, pero acostumbrao.”
Roberto Fontanarrosa
En una escena memorable del film Le Diable, probablement, de Robert Bresson, los pasajeros de un ómnibus charlan, intentan explicar la causa de los problemas del mundo. Uno de ellos dice que la culpa es de los gobiernos, pero otro dice que “algo nos conduce contra nuestra voluntad”. Un tercero dice: “Hay que seguir y seguir, si no parece que estás siempre protestando”. “Entonces, ¿quién se burla de la humanidad? ¿Quién nos maneja sin darnos cuenta?”, pregunta una mujer. Y el que habló en segundo lugar contesta: “Es el diablo, probablemente”. Y, entonces, el ómnibus se estrella. Lo diabólico se instala en lo más trivial, en los comportamientos rutinarios, normales, naturalizados: los hábitos. Estos procedimientos repetidos regularmente impresionan por su fijeza, la que hoy en día las neurociencias entienden como parte de la memoria implícita procedural. Estos hábitos, en el obeso, son lo que el sujeto debería modificar, pero se sostienen a partir de la inexorable articulación de dos círculos viciosos alrededor del “abrir y cerrar la boca”.
El primer círculo se basa en que la vivencia subjetiva de descontrol es inversa a la de autoestima. Por lo general, el paciente necesita mejorar su autoestima, que suele ser deficitaria en función de su historia personal y de los conocidos factores culturales en juego en la cuestión de la obesidad. El acto impulsivo afecta negativamente la representación de sí mismo y esta condición es, a su vez, precipitante del desborde. Se trata del primer clásico círculo vicioso: pérdida de control-disminución de la autoestima-incremento de la pérdida de control.
Esta condición se naturaliza en un hábito cristalizado –que incluye variedad de excesos y restricciones– en el que no se puede “cerrar la boca”. El segundo círculo, el que hace cerrar la boca, es propiciado por el sentimiento de culpa, que lo hace sentirse “hijo del rigor”. Así es que se deposita en el otro el control, como punición natural para lo que es vivido como pecado (Silvia Bleichmar solía comentar que, en la posmodernidad, una mujer de clase media siente que es más pecaminoso comer una torta de chocolate que tener sexo con el cuñado). El rol proyectado y actuado estabiliza la secuencia transgresión-punición-incremento de la transgresión, a partir de la fantasía de que sólo el rigor generará control y, por ende, es normal que el otro cumpla esa función.
El obeso mórbido circula por diversos tratamientos, consume ofertas de todo tipo, se confunde con los/las usuarias de sobrepesos estéticos, deglute psicologismos variados y, si abre la boca, come sin poder dejar de hacerlo y, para cerrarla, busca que algo o alguien se la cierre. Esto se desarrolla en un contexto social que naturaliza estas condiciones patogénicas convirtiéndolas en una constelación identitaria.
Es posible describir tres peculiaridades de la obesidad en el contexto cultural contemporáneo. La primera es la relación, notablemente directa, entre modificaciones alimentarias y de movimiento con el cambio corporal. La balanza –instrumento sencillo, popular y accesible– pone en evidencia lo anterior y es el objeto donde se definen estados de ánimo y regulación de la autoestima. Este instrumento está siempre presente, tanto en su rechazo como en la obsesión de su uso. No hay ninguna otra condición o patología en la que exista tanta ambivalencia frente al instrumento que la evalúa.
La segunda peculiaridad es el contraste entre la frivolidad de los mass media y la información de la medicina, que define la obesidad como causa de numerosas enfermedades. Y la tercera peculiaridad es la evidencia de un cuerpo notablemente alterado que parece no ser visto, hecho que se agrava en la medida en que las palabras que lo describen o no pueden ser dichas o sólo son dichas en el registro de la queja crónica. Además, el grupo social de los obesos, que padecen una condición ni elegida ni irremediable, ha sido agrupado junto a otras minorías que poseen condiciones elegidas o irreversibles, con la diferencia de que estas últimas luchan contra la discriminación, mientras que el grupo obeso la suele justificar con cierta pasividad característica.
Estas peculiaridades generan una condición específica del hacer/no hacer: la figura del obeso-dietante subvierte permanentemente la lógica y la saludable intención médica de cambio de hábitos-cambio corporal-mantenimiento. Es así como la cronicidad destituye la representación subjetiva de “cambio”, y la lógica de la sobreadaptación constituye lo que llamamos “obesidad identitaria”, es decir un sujeto resignado –sin ser del todo consciente de su resignación–, alternando entre diversas ofertas y consumos. Se trata de un acostumbramiento al malestar, similar al que desarrolla el que vive en un lugar con olor nauseabundo: después de un tiempo, no lo percibe. No alude a la aceptación de una tendencia biológica o de una característica personal, sino al habituamiento a una condición. Este es un aspecto de la naturaleza del hombre –a la que se refiere Hipócrates– que hay que reconocer, sin lo cual una dieta para nada sirve. Este acostumbramiento queda graficado y sintetizado en la fórmula de Inodoro Pereyra, que “está mal, pero acostumbrao”. El “síndrome de Pereyra” resume la condición en la que están muchos pacientes obesos cuando llegan a un analista.
El exorcismo
“El doctor George se aclaró la garganta. Antes que se ponga usted cómoda –dijo– creo mi deber decirle en seguida, con toda honradez, que nosotros en el campo de la psiquiatría no hemos conseguido inhibir el apetito. De modo que si ha venido usted a buscar esa ayuda, he de catalogarme entre los incapaces.” “Gracias por su honradez, doctor –dijo Emma–, pero no quiero adelgazar. Preferiría que me ayudara usted a aumentar otros cincuenta kilos, o quizás cien”, escribió Ray Bradbury en “La mujer ilustrada”, incluido en Las maquinarias de la alegría.
En 1978, en mi trabajo “Imagen corporal y deseo” (en Psicoterapia de la obesidad, ed. Letra Viva), cité el texto de Bradbury para ubicar al analista en un lugar más acorde con una realidad compleja y frustrante desmitificadora de la buena intención de adelgazar. En realidad esta frustración ya estaba planteada por Freud en Más allá del principio del placer, donde inclusive define las ventajas secundarias de la enfermedad. Lo “diabólico”, entonces, cambia de lugar: abandona el cuerpo de las histéricas y se instala en la insidiosa repetición tanática. Es así que se asimila a la destructividad de la pulsión de muerte. Andre Green (“Por qué el mal”, en La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud, Amorrortu, Buenos Aires, 1993), cuando se ocupa del Mal –es decir, del diablo– plantea dos orígenes: la desmentida radical que destruye al otro para mantener la integridad narcisista y el sin por qué, el que no persigue ningún fin, el de la negatividad radical, el de la carencia de sentido. Y en 2000 afirma: “La enfermedad somática se mantiene porfiadamente en el orden del sinsentido. En el mejor de los casos lo que se podrá hacer es llevar al sujeto a dar un sentido a lo que ocurre en él o con nosotros, con una gran prudencia. A deslindar una parte de lo que fue englobado en el sinsentido y dirigirse a ella para considerarla de otro modo y lograr hacerla significativa, pero el sinsentido de la enfermedad somática sigue presente”.
La palabra ha perdido su poder cuando quienes la enuncian están inmersos en el mismo vacío rutinario y sin sentido y la destructividad impera impunemente. Sin vínculo no hay efecto de la palabra y la desesperanza –esa herramienta del diablo– domina la situación. Lo que llamamos aquí obesidad identitaria recorre un camino parecido, que a veces puede impresionar como comedia de costumbres o como melodrama, pero que siempre lleva escondida el aroma de la repetición trágica, esa boca por donde ingresa el diablo. Sin embargo, a veces el cambio se produce y se sostiene. No suele ser sólo por buena voluntad yoica ni por el desciframiento de algún enigma histórico; no depende de ninguna técnica en particular o moda atractiva. Parece necesitar de creatividad y de la co-construcción de una legalidad compartida que incluya la resignificación de lazos sociales. Así se puede observar que algo de esa identidad del hábito se desmantela, su perseverancia cambia de signo y surge la responsabilidad por sí mismo. Este “exorcismo” se produce (probablemente, advertiría Bresson) a partir de algún vínculo humano significativo.
* Texto extractado de un artículo que se publicará en el próximo número de la revista Imago Agenda.

5/11/10

Feliz fin de semana!!!!!

Frida Kahlo

Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar“.





RESILIENCIA

La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aún habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura científica actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad.
"A pesar de traumas graves, incluso muy graves, o de desgracias más comunes, la resiliencia parece una realidad confirmada por muchísimas trayectorias existenciales e historias de vida exitosas. De hecho, por nuestros encuentros, contactos profesionales y lecturas, todos conocemos niños, adolescentes, familias y comunidades que "encajan" shocks, pruebas y rupturas, y las superan y siguen desenvolviéndose y viviendo -a menudo a un nivel superior- como si el trauma sufrido y asumido hubiera desarrollado en ellos, a veces revelado incluso, recursos latentes y aun insospechados".
(Michel Manciaux. La resiliencia: ¿mito o realidad)
PERSONALIDAD RESISTENTE (HARDINESS)
El concepto de personalidad resistente aparece por primera vez en la literatura científica en 1972, en relación a la idea de protección frente a los estresores. Son Kobasa y Maddi los autores que desarrollan el concepto, a través del estudio de aquellas personas que ante hechos vitales negativos parecían tener unas características de personalidad que les protegían. Así, se ha establecido que las personas resistentes tienen un gran sentido del compromiso, una fuerte sensación de control sobre los acontecimientos y están más abiertos a los cambios en la vida, a la vez que tienden a interpretar las experiencias estresantes y dolorosas como una parte más de la existencia, En general, se considera que es un constructo multifactorial con tres componentes principales: compromiso, control y reto.El concepto de personalidad resistente está íntimamente ligado al existencialismo.