19/11/10

Sigamos Activos para Envejecer Bien


El envejecimiento es una de las pocas características que nos unifican y definen a todos en nuestro mundo pleno de diversidad y tan cambiante. Todos estamos envejeciendo. Tengamos 25 o 65 años de edad, 10 o 110, también estamos envejeciendo y esto significa que estamos vivos.
Uno de los principales logros de todos los tiempos es el aumento en la expectativa de vida del ser humano conseguida en el curso de estos últimos 100 años. En el siglo XX, la expectativa media de vida en los países desarrollados ha aumentado de unos 47 años a más de 75 años. El promedio de edad de la población en los países desarrollados aumenta a un ritmo sin precedentes y esta tendencia se observa en la mayoría de los países en desarrollo, a pesar de haber comenzado más tarde.
Ya en el siglo XXI, la tendencia mundial a la disminución de la fecundidad y a la prolongación de la esperanza de vida ha dado al fenómeno del envejecimiento de la población una enorme importancia. El envejecimiento de la población ha sido  asociado habitualmente con los países más industrializados de Europa y América del Norte, donde una quinta parte o más de la población tiene 60 años o más. Pero, no se ha tomado en cuenta que el envejecimiento de la población es un fenómeno que ha ocurrido y está ocurriendo también en países menos industrializados. En Uruguay, por ejemplo, el porcentaje de adultos mayores es más grande que en Canadá y Estados Unidos. Fuera de Europa y de América del Norte, el Caribe es la región de “mayor edad” del mundo: 10% de la población total de esa región tiene 60 años o más.
El envejecimiento de las poblaciones en los países de la Región no seguirá un curso único u homogéneo. Habrá sustancial heterogeneidad al interior de los países y entre países en los niveles y patrones del proceso de envejecimiento.
En la mayoría de los países, la principal preocupación ha sido reducir las tasas de fecundidad y de mortalidad infantil y crear oportunidades de educación y empleo para una cantidad creciente de jóvenes.  Casi todos los países de Latinoamérica están en una etapa intermedia de transición demográfica. Sin embargo, como consecuencia de éxito logrado en estos campos, se enfrentan ahora con nuevas situaciones derivadas de los rápidas cambios en la estructura de la población según la edad. Para esos países, la inversión en salud en adolescentes y niños constituye una importante prioridad para la salud pública. Nos enfrentamos a asuntos tales como el tipo y el suministro de servicios de seguridad social, el costo de la atención médica y el nivel apropiado de inversión en educación que se relaciona directamente con cambios en las características demográficas y sanitarias. En tanto, las necesidades de salud de los adultos mayores y el desarrollo de infraestructuras para una sociedad que envejece reciben solo ocasionalmente la atención necesaria.
Se reconocen dos tipos de envejecimiento: el biológico que se refiere a los cambios que tienen lugar en el organismo y que son característicos de las personas de edad avanzada y el envejecimiento que algunos autores denominan “sociogénico”, que se refiere al papel que impone la sociedad a las personas que envejecen. En este último están involucrados todos los prejuicios y mitos que la sociedad manifiesta con relación a los ancianos. Ambos tipos de envejecimiento son responsables de los problemas que aquejan a las personas de edad avanzada. Es poco lo que se puede hacer por el envejecimiento biológico, es posible realizar mucho contra el envejecimiento sociogénico.
El proceso de envejecimiento tiene una repercusión considerable en varias características que influyen en el funcionamiento normal de las sociedades y el bienestar relativo no sólo de los adultos mayores sino también de las generaciones más jóvenes. Entre las más importantes figuran los sistemas de pensión y jubilación, las transferencias intergeneracionales dentro de las familias y la situación sanitaria y condiciones de salud de los adultos mayores. Desde luego, la importancia relativa de cada uno de estos aspectos varía y depende de las peculiaridades demográficas, las políticas y prioridades de los países. Pero, como la experiencia en Europa, Estados Unidos y Canadá lo demuestra claramente, ninguno de ellos tiene probabilidades de ser tan importante e influyente como el estado de salud y las condiciones sanitarias de los adultos mayores.
Entre los factores indicativos de que el crecimiento de la población de adultos mayores va a conducir a una demanda de asistencia y servicios sanitarios están los siguientes: el deterioro gradual de las condiciones de salud física y mental que acompañan el proceso de envejecimiento, la reducción resultante de los años previstos de esperanza de vida activa y saludable, la reducción o el cese completo de la participación en el mercado laboral y la mayor dependencia de las transferencias de ingresos de diversas fuentes públicas y privadas. Puesto que las enfermedades más sobresalientes de los adultos mayores son crónicas en vez de agudas, y progresivas en vez de regresivas, esta demanda también podría acarrear un fuerte aumento de los costos de la asistencia sanitaria. Como lo demuestra el caso de los Estados Unidos, España y la mayoría de los países de Europa occidental, estos costos pueden adquirir magnitudes asombrosas. Y, como lo demuestra la experiencia de los países de Europa oriental, la incapacidad de afrontar estos problemas conduce al rápido deterioro del estado de salud de los adultos mayores y a la pérdida alarmante de años de la esperanza de vida.
La situación de salud relacionada con el crecimiento de la población de adultos mayores también incluye aspectos importantes de equidad. Haremos mención a tres aspectos: diferencias entre clases socioeconómicas, diferencias de género, diferencias entre cohortes.
Encontramos diferencias entre las clases socioeconómicas, ya que los miembros de diferentes grupos socioeconómicos tienen características de salud notablemente diferentes. Asimismo, la capacidad de acceso a la asistencia sanitaria integral y de alta calidad, y su uso, varía considerablemente según los estratos socioeconómicos. El envejecimiento es parte inevitable de la vida y el estado de salud en esta época de la vida tiene estrecha relación con factores tales como saneamiento, nutrición adecuada, vivienda confortable, nivel de ingreso y nivel de educación. Se ha demostrado que las personas pobres y marginadas manifiestan mayores tasas de discapacidad y de enfermedades agudas y crónicas a lo largo de sus vidas y en la vejez. Muchos cambios que actualmente se cree son producidos por la edad pueden responder a una multiplicidad de factores, sobre los que se podría actuar. El proceso de envejecimiento en estas sociedades, si no se aborda integralmente, generará mayor desigualdad de la calidad de vida y del bienestar de los miembros de diferentes grupos en nuestras sociedades.
Habrá que afrontar diferencias de género, ya que los hombres y mujeres registran tendencias de mortalidad y sufren problemas de salud notablemente distintos. Además, puesto que entre las mujeres ha habido niveles inferiores de participación en la fuerza laboral, su acceso a la asistencia y a los servicios sanitarios cuando envejecen es considerablemente diferente al de los hombres. Es probable que ello genere un marcado deterioro del bienestar de las mujeres en edad muy avanzada, cuando la mayoría de ellas sean viudas.
El otro aspecto importante es que, el crecimiento de la población de adultos mayores va acompañado de notables diferencias entre cohortes. Ello ocurre por dos razones. En primer lugar, los miembros de diferentes cohortes estuvieron expuestos a tendencias muy diferentes de enfermedades, comportamientos y asistencia sanitaria cuando eran jóvenes. Esto ocurre porque, como bien se sabe, las enfermedades, las conductas y la asistencia sanitaria pasadas influyen en el estado de salud posterior de las personas.  Segundo, en la medida en que el carácter de la participación en la fuerza laboral y la educación de los miembros de una cohorte influyen en su capacidad de exigir y recibir, las cohortes más jóvenes y las de más edad experimentan diferencias importantes en cuanto a su acceso a los recursos en general y a la asistencia médica y sanitaria en particular.
Para comprender el carácter y la magnitud del problema de salud y su relación con la equidad, es necesario evaluar el estado de salud de los que son adultos mayores ahora y, también muy importante, de los que serán adultos mayores en un futuro próximo.
El proceso de envejecimiento debe analizarse no sólo a través de los cambios en el estado de salud de los ancianos, sino también en su contexto sociocultural, ya que ello influye de manera importante en su calidad de vida. La calidad de vida de cualquier grupo poblacional está determinada tanto por las políticas sociales y educativas que se pongan en efecto. Políticas que reducen tanto las desigualdades sociales como la pobreza son esenciales para complementar los esfuerzos individuales en pro de un envejecimiento activo.
En nuestras sociedades, frente al envejecimiento tenemos prejuicios, como caracterizar  a las personas ancianas como pasivas, crónicamente enfermas, sin deseos sexuales o con necesidad de atención y de cuidados constantes; estigmatizando a los ancianos y condenándolos a la marginalidad social. Hoy en día se acepta que la mayoría de las personas no manifiesta alteraciones que influyen marcadamente en su funcionamiento físico, intelectual o social hasta que pasan los 80 años. A pesar de que al aumentar la edad los procesos motores, cognoscitivos  y sensoriales se hacen más lentos, la motivación y la práctica permiten superar esas desventajas y hacen que las personas de edad se desempeñen con eficiencia.
Las personas en edad avanzada mantienen sus capacidades de desarrollo, el adulto mayor saludable y activo es un recurso para la familia y la  sociedad. La vejez es cada vez menos sinónimo de dependencia; a pesar de que el riesgo de enfermedad crónica y de discapacidad se incrementa con la edad, solamente uno de cada cinco personas en la edad de 65 años o más presenta alguna discapacidad funcional crónica y muchas personas en condiciones crónicas y con limitaciones funcionales mantienen otras capacidades significativas.
Sobre el mito “Loro viejo no aprende a hablar”. Los niños y los adultos aprenden de manera diferente. Los niños usualmente lo hacen por repetición y los adultos por interés. Es cuestión de oportunidades a través de la vida y el viejo aprende, solo lo que quiere.
Todos los adultos mayores se parecen. En realidad dependiendo como hayamos vivido vamos a ser cuando seamos viejos, la personalidad se acentúa con la vejez. Por el hecho de ser viejo no se cambia. Si cuando jóvenes fuimos tristes, pesimistas seremos viejos deprimidos; si fuimos envidiosos, autoritarios, que cuando cambiamos de empleo todos celebraron, no se nos haga raro terminar en un asilo, con la familia feliz en casa por deshacerse de nosotros. Como también cuántos que han vivido llenos de felicidad, han amado y se han dejado amar, culminen sus días de la misma manera.
Vejez, es sinónimo de enfermedad. De acuerdo a estudios realizados en Caldas, el 70% de los mayores de 60 años “están bien”, tienen enfermedades como HTA o artritis, realizando todas las actividades diarias sin problema. El otro 20-25% tiene problemas como dificultad para salir de casa,  lavar, planchar y realizar actividades que requieran esfuerzo físico. Sólo el 5-10% tiene necesidad que le ayuden a comer, bañarse o vestirse. Generalmente tenemos como referente los adultos mayores que viven en los geriatricos y que están en los hospitales, por eso creemos que todos son enfermos.
La sexualidad es cosa de la juventud. (A este mito todos protestaron). Los adultos mayores ven la sexualidad como algo muy normal pero no lo manifiestan abiertamente en las encuestas por temor a la censura. Después de los 60 años existen deseos y fantasías, cambia el concepto de sexualidad en esta época de la vida, se asocia al contacto y a la compañía. Nuestra sociedad nos hizo creer que la sexualidad es genitalidad, pero no abrazos, compañía, caricias. La sexualidad sigue tan viva como antes. Según José Fernando “se ha descubierto que la sexualidad muere un día después que lo entierren a uno”.
 La salud es vital para mantener el bienestar y la calidad de la vida en la tercera edad. La salud es esencial para que los ciudadanos de edad sigan haciendo una contribución activa y positiva a sus respectivas sociedades. El mantenimiento de la salud y de la calidad de vida durante la totalidad del ciclo vital contribuirá mucho a promover una comunidad intergeneracional armónica y una economía dinámica.
El gran desafío que se presenta a los planificadores actuales y futuros es cómo beneficiarse de la experiencia, vitalidad e interés de los ancianos en aras del bien social y cómo transformar una cultura social basada en el trabajo, de forma que permita el uso y la transferencia de experiencias y conocimientos de los ancianos a las generaciones  más jóvenes.
Un aspecto importante por considerar, es que la edad cronológica  no debe ser el único elemento predictivo de la capacidad laboral de los ancianos, que necesitan sentir que sus vidas tienen significado y que mediante su trabajo están contribuyendo no sólo a su bienestar, sino al desarrollo social, que es responsabilidad de todos aquellos con capacidad de producir.
Desarrollar una cultura donde el envejecimiento y la vejez sean considerados como símbolo de experiencia, sabiduría y respeto, para eliminar la discriminación y la segregación por motivos de edad y contribuir al fortalecimiento de la solidaridad y al apoyo mutuo entre generaciones, constituye también un reto en nuestra sociedad.
Las consecuencias que los cambios demográficos impondrán a la atención de los ancianos, especialmente en los países con recursos económicos más limitados, son enormes, e involucrarán, además dilemas de tipo social, económico, médico y ético que no pueden ser ignorados. El actual paradigma de la vejez como una etapa “dependiente” de la vida y nuestras correspondientes políticas de asistencia social no coinciden con las realidades actuales ni con los probables escenarios del siglo XXI.
 Resulta oportuno considerar nuevas definiciones de la “vejez”, el trabajo, el retiro, la educación y el tiempo libre, incluyendo reconsiderar nuevas maneras de involucrarse en las actividades principales de la vida. Es hora de abogar por un cambio de paradigma con el énfasis en un “Envejecimiento Activo”.
Pero entonces, ¿Qué es una Vejez Activa? El envejecimiento activo consiste en llevar, a medida que uno envejece, una vida productiva y sana en la familia, la sociedad y la economía.  La vejez activa refleja el deseo y la capacidad de la persona de edad para mantenerse involucrada en actividades productivas. Los estereotipos de las personas de edad como improductivos y dependientes son injustos y van en detrimento de la vitalidad de la sociedad, así como de la dignidad de los individuos.
La vejez activa significa que la persona de edad mantiene actividad mental, actividad física, actividad social. Un envejecimiento activo es decisivo para que las personas de edad sigan contribuyendo a la sociedad considerando todas estas dimensiones.
El estudio ya mencionado realizado por la Fundación Mac Arthur ha probado que la actividad promueve actitudes positivas frente a la vida y que contribuye, más que la medicina, a la prevención de enfermedades y discapacidades en la vejez.
La vejez activa significa algo más que simplemente alentar la actividad económica de las personas de edad. La vejez activa promueve la actividad social y política. Una sociedad que reconozca el valor de la contribución de las personas de edad a la sociedad y no presentarlos solamente en los términos de la carga financiera que éstos puedan representar para las generaciones más jóvenes, es posible lograr, si promovemos mayor conocimiento de la comunidad acerca de cómo vivir los últimos años de la vida, saludables y placenteros.
La vejez activa es, por lo tanto, vejez saludable que permita el compromiso continuo con la vida y permite que sigamos contribuyendo al bienestar personal, al bienestar de la familia y al bienestar de nuestras comunidades.




 

 

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