23/10/10

¿FRACASO ESCOLAR? Una reflexión sobre los modos de intervención docente. Silvina Díaz

Jean-Claude Filloux[1] en su libro Campo pedagógico y psicoanálisis dice que pareciera que la pedagogía fuese un lugar de demandas. Demandas de ayuda para comprender lo que sucede cuando existen conflictos o fracasos, para elaborar métodos o actitudes de enseñanza adaptadas a las situaciones. Sigmund Freud[2] en el siglo pasado había situado tres imposibles: gobernar, educar y analizar. Como tal el educar puede ser pensado a diferenciar de la impotencia, en tanto solo a partir del imposible se puede delimitar el campo de lo posible.

Espacio de Apoyo escolar
Esta experiencia que me interesa compartir la vivenciamos durante el año 2008 en el marco de una propuesta de Apoyo Escolar, dependiente del Programa Familias para la Inclusión Social del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
Éramos dos docentes los que trabajaríamos con un grupo de veinte niños en una escuela de una zona periférica y de muy bajos recursos, en la ciudad de Rosario. Esta Institución intentaba trabajar con una matricula de mas de mil alumnos, lo que implicaba grados superpoblados y con situaciones de las mas variadas tales como ser, abandono familiar, desnutrición, violencia, repitencia, deserción o invitación a abandonar el aula, entre otras.
Estos niños con los que comenzamos a relacionarnos tenían entre 8 y 12 años, había varones y mujeres, y cuando realizamos el primer acercamiento nos encontramos con que muchos no estaban alfabetizados, no tenían demasiado interés en la propuesta pero lo que si tenían claro que la misma era condición para poder seguir asistiendo a la escuela.
Los primeros encuentros se nos tornaron una vívida repetición de las situaciones que se daban con ellos en el aula, respecto del espacio en si y con la misma relación que  mantenían  con sus pares y docentes, se destacaban ante todo, por sus problemas de conducta.
En los primeros intentos de alguna actividad todo conducía al fracaso, solo había en esas dos horas caos, los cuerpos y la agresividad eran los protagonistas de las jornadas.
En las reuniones que nosotros habíamos tenido, previas al inicio de esta propuesta, trabajando sobre la “guía para la actividad de apoyo escolar”, la misma planteaba como objetivo prioritario “paliar y prevenir las situaciones de fracaso escolar”, era claro que el mismo se nos impuso de manera brutal desde un primer momento al salir al campo.
No había dudas de que algo estaba fracasando con estos chicos, pero ¿es el fracaso escolar una enfermedad? ¿Cómo se curaría, si pretendemos un paliativo? ¿Se puede prevenir?
Demasiadas eran las preguntas que teníamos, y bastante la incertidumbre, pero no buscábamos ni culpables, ni responsables, no nos sobraba el tiempo, fue entonces que nos dispusimos a conocerlos, a generar un vinculo con ellos. Las primeras conclusiones de estos espacios fueron que estábamos con niños  en donde el manejo de su cuerpo, la falta de circulación de la palabra y la seudo reproducción del espacio áulico tradicional en nuestras propuestas y actividades, hablaban claramente del “fracaso” de las jornadas.
Fue necesario pensar estrategias, lo corporal y la agresividad eran lo común a todos, pero también había tantas particularidades como niños. Antes de poder elaborarlas, decidimos armar una fundamentación, que nos permitiera oficiar, de guía y sustento de las actividades que pondríamos a consideración. La misma es desarrollada a continuación.

Marco teórico
“El valor de un acto se juzga por su oportunidad”
Lao Tse-filosofo chino –Taoismo 

La escuela como institución social soporta hoy en día más de una demanda, algunas de ellas urgen ser resueltas, pero si pudiéramos descomprimir un poco tal situación, es la demanda que pasa por el aprendizaje la que fundamentalmente apremia en estos niños, quienes tendrían que ser educados para tener las herramientas indispensables al salir a formar parte de nuestra sociedad. En una escuela con las características a la que ellos asisten, tener en consideración lo que se plantea en términos pedagógicos, a saber, las variables de la población escolar, sus tiempos subjetivos, para respetar así el derecho ineludible a su educación, se convierte en una tarea mesiánica.
Al ver nosotros este espacio, como una nueva oportunidad para estos chicos, y además como un modo de replanteo para el abordaje de estas problemáticas, comenzamos por intentar definir  que es “aprender”.
Tomando conceptos de Alicia Fernández[3], el aprender es subjetivo, no puede ser establecido en años, lo que habla entonces de la capacidad de simbolizar y conceptualizar de cada niño, ligada al aquí  y ahora, a su breve historia, a su futuro y a sus modos personales de aprender, todo esto condicionado por aspectos socioculturales, económicos y pedagógicos. Además, sabemos que para poder aprender se necesitan dos sujetos (docente-alumno) y el “vinculo”, aspecto también primordial, que se establece entre ambos.
El ser humano para poder aprender, no solo en el ámbito escolar, debe poner necesariamente en juego, su organismo individual heredado, su cuerpo construido especularmente, su inteligencia auto construida interaccionalmente y el deseo, que es siempre deseo del Otro.
Cuando hablamos de inteligencia, deseo y corporeidad, nos referimos a intercambios afectivos y cognitivos con el medio, aquí se dejan ver no solo los intercambios simbólicos, sino también virtuales y especialmente los vínculos de aprendizaje que suponen la articulación de todos estos niveles.
La estructura cognitiva y la simbólica, llegan a ser diferenciables con el paso del tiempo y están articuladas permanentemente. La inteligencia tiende a objetivar, buscar generalidades, ordenar, etc., mientras que por el contrario el movimiento del deseo, mucho mas profundo que el anhelo, es subjetivante, es decir, tiende a la individuación, a la diferenciación de unos con otros.
El nivel simbólico organiza la vida afectiva y las significaciones de cada uno, el lenguaje, los gestos y los afectos actúan como significantes, marcas, huellas, con ellos cada sujeto puede decir como siente “su mundo” y le permite además ponerse en relación con otros.
Entonces mientras que la inteligencia se propone apropiarse del objeto, conociéndolo, generalizándolo, incluyéndolo en una clasificación, por su lado el deseo se propone apropiarse del objeto, significándolo. Ahora bien, ¿Que lugar ocupa el cuerpo en todo esto?

Cuerpo ¿estas en la escuela?
Si nos remitimos a elaboraciones como las realizadas por Michel Foucault[4], hace historia en la institución escolar el disciplinamiento del cuerpo, valor preciado de los docentes de hace un tiempo atrás, donde el aprender implicaba como condición la quietud, la rectitud, el cuerpo tabú, castigado y silenciado.
Sin embargo hoy en día, es de público conocimiento que el aprender transcurre en el seno de un vínculo humano, cuya matriz se conforma en los primeros vínculos madre-padre-hijo-hermano. Esto permite pensar que el aprendizaje es un proceso, cuya matriz es “vincular, lúdica y tiene su raíz en lo corporal”, su despliegue creativo se pondrá entonces “en juego” a través de la articulación inteligencia-deseo y equilibrio asimilación-acomodación.
Para poder dar cuenta de las “fracturas” en el aprender, debemos atender sobre todo a los “procesos”, cual es su dinámica, su movimiento, su tendencia y no a los resultados o rendimientos. Si nos detenemos a ver en estos niños, como aprenden, como juegan, si juegan y sobre todo, cual es la originalidad de su fracaso a partir del cual se impone su diferencia como sujeto, podremos dilucidar porque no aprende. Frente a este planteo podríamos pensar por ejemplo, que un niño entonces podría no aprender solo como un modo de responder a su marginación socio-educativa.
Frente a lo desarrollado y a la determinación en nuestra observación, de que una de las fracturas en el proceso de aprendizaje de estos niños tiene su anclaje justamente en el cuerpo, tomamos este concepto para poder pensar esta problemática y fundamentarlo.
El modo en que estos niños habitan sus cuerpos, es en un decir “repitiendo”, sobre todo agresividad, ya que un cuerpo de movimientos espontáneos no es permitido para ellos en la escuela. En sus aulas son un cuerpo a educar, pensado por fuera del sujeto, por lo tanto se hace necesario para nosotros que se pueda pensar en el sujeto, y a través de su cuerpo, habilitarlo para que pueda expresar sus angustias, inquietudes, y esa búsqueda de poder diferenciarse, significarse.
Para poder trabajar con ellos y llegar al proceso de aprendizaje, tenemos que pensar en un cuerpo que aprende, un cuerpo en movimiento, con una significación, un sentido diferente, al decir de un “cuerpo en construcción” y sobre todo en relación con los otros y con el medio, como resultado de una historia y de la experiencia del sujeto. Así en el “hacer del cuerpo” se inscribe la posibilidad creativa.
Nos gustaría destacar una frase de la psicomotricista Sandra Migoni que dice que “el cuerpo no se aprende, se aprende de la propia experiencia”.
Creemos entonces que en la posibilidad de poder desplegar sus conflictos, en vez de reprimirlos, se podrán ir elaborando diferentes situaciones a través de la simbolización lúdica, para que de este modo puedan ir organizando sus juegos y el aprendizaje.
Existe una señal inconfundible que expresa de un modo maravilloso, que el placer esta en el cuerpo, y es la expresión de un niño cuando logra una respuesta. La apropiación del conocimiento implica el dominio del objeto, su corporizacion practica en acciones o imágenes,  necesariamente resuenan en el placer corporal.
No hay aprendizaje que no este registrado en el cuerpo, así como no hay imagen hasta que el cuerpo no empiece a inhibir el movimiento. La participación del cuerpo en el proceso de apropiación del conocimiento se da primero por la acción, luego llega la representación para otorgarle su configuración.
A través del cuerpo se realizan las mostraciones de “como hacer” pero esto se da sobre todo porque a través de la mirada del docente, la modulación de su voz y la vehemencia de su gesto se canalizan el interés y la pasión que el conocimiento significa para el. Este placer agregado que tiene que venir del docente, significara ese deseo del otro donde deberá anclar el deseo del sujeto que aprende, esto es una de las partes clave para que el aprendizaje se ponga en marcha.
Entonces podemos empezar a pensar que el espacio educativo debería ser un espacio a construir entre todos y en donde se den fundamentalmente la confianza, la libertad y el juego, como ejes del quehacer cotidiano.


[1] Licenciado en filosofía y pedagogía francés
[2] Medico y neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis
[3] Psicopedagoga argentina
[4] Filosofo e historiador francés
A modo de cierre
Si tuviéramos que responder a la pregunta ¿Qué es el fracaso escolar? Podríamos decir que estos niños daban sobradas muestras de el. También podemos pensar donde estaban los docentes de la Institución escolar que permitieron que un niño de casi doce años llegue a esa instancia sin poder leer o dividir sin siquiera preguntarse porque esto sucedió y que se pudo hacer al respecto. Podríamos preguntarnos por los padres y por ese o esos niños.
Ya sobre tantas de estas preguntas ha habido y seguirán surgiendo muchas respuestas, pero lo que en si queremos rescatar de nuestra experiencia es la imperiosa necesidad de pensar en los niños, de tener en cuenta sus saberes, escuchar sus decires y de la capacidad y el espacio preciado que tenemos los docentes para no morir en el intento, valorando nuestros saberes, confiando en ellos sin esperar que sean solo los libros o las recetas de otros las que nos ayuden a enfrentar las particularidades de la tarea docente.
Proponemos no quedarse en la impotencia de estas situaciones, y utilizar aquello que parece imposible para delimitarlo e ir en la búsqueda de lo que nos brinda la oportunidad de poder trabajar desde aquello que si se puede, no todo esta perdido.


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