23/10/10

¡A modo de bienvenida!

En el transcurso de nuestra cotidianeidad, sentimos a menudo algunas frases tales como "la gente esta muy loca, muy agresiva", "tanto avance, tanto progreso y parece que cada vez estamos peor". Se intenta casi todo el tiempo buscar una explicación al malestar que por momentos se siente en el aire...y escasean las respuestas, al menos para muchos. Esto me lleva a compartir algunas notas sobre "El malestar en la cultura" obra escrita por Sigmund Freud a fines de 1929.
Para la psicología freudiana la “cultura” ocupa un papel fundamental en el desarrollo y funcionamiento de una sociedad pero también es causante de una angustia a veces casi patológica. Freud en éste libro plantea que "la insatisfacción del hombre debido a la cultura se debe a que ésta se encarga de controlar sus impulsos eróticos y agresivos". El hombre tiene "una agresividad innata que puede llegar a desintegrar la sociedad" por eso la cultura sería la encargada de controlarla, internalizándola bajo la forma de Súper yo (que es la parte ética y moral creada en el hombre por las enseñanzas de nuestros padres o cuidadores y por las creencias culturales).
"El hombre busca siempre el placer y evita el displacer", cosas irrealizables en su plenitud por lo tanto rebaja sus pretensiones de felicidad buscando otras posibilidades. Es así cuando la vida nos brinda como posibles soluciones tres opciones, a saber: "distraernos en alguna actividad, buscar satisfacciones sustitutivas (como el arte), o bien narcotizarnos". Otro modo de evitar el sufrimiento seria reorientando los fines instintivos de forma que podamos eludir las frustraciones del mundo exterior, a éstos el psicoanálisis lo llama "sublimación", proceso en el que los deseos insatisfechos reconvierten su energía en algo útil o productivo socialmente.
 La religión impone un camino único para ser feliz y evitar el sufrimiento, no obstante ello, tampoco puede eliminar totalmente el sufrimiento.
El sufrimiento humano reconoce tres fuentes: el poder de la naturaleza, la caducidad del cuerpo humano y la insuficiencia para regular las relaciones sociales. Las dos primeras son inevitables, pero la que resulta difícil de comprender es la tercera: por qué la sociedad no nos procura satisfacción o bienestar y esta es la causa que genera una hostilidad hacia lo cultural.
La cultura tiene como finalidad proteger al hombre de la naturaleza y regular sus mutuas relaciones sociales. Para esto “el hombre tuvo que abandonar el poderío de una sola voluntad tirana para ceder al de la comunidad, es decir, que todos debieron sacrificar algo de sus pulsiones debido a la cultura”. Esta represión puede alivianarse a través de tres caminos, que son los tres destinos posibles para las pulsiones: se subliman, se consuman para procurar placer (por ejemplo el orden y la limpieza como ritual neurótico), o se frustran. De la frustración deriva la hostilidad hacia la cultura.
La cultura busca sustraer la energía del amor entre dos, para derivarla a lazos libidinales que unan a los miembros de la sociedad entre sí para fortalecerla pero también existen tendencias agresivas hacia los otros. Así, la cultura también restringirá la agresividad, y no sólo el amor sexual, lo cual permite entender por qué el hombre no encuentra su felicidad en las relaciones sociales. Pero la sociedad también canaliza la agresividad dirigiéndola contra el propio sujeto y generando en él un Súper yo que la fuente del sentimiento de culpabilidad y la consiguiente necesidad de castigo.
 El precio pagado por el progreso de la cultura reside en la pérdida de felicidad por aumento del sentimiento de culpabilidad.

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